El pasado domingo, los ciclistas se reunieron en Patones de Abajo para una emocionante ruta que combinó deporte y naturaleza. Desde el amanecer, el ambiente se caldeó con la presencia de un chef Michelin y el entusiasmo de los participantes. Tras un breve retraso, el grupo inició su ascenso, formando una serpiente colorida en el camino. En la cima, comenzaron los tramos más desafiantes, con pedales y zarzas, y varios reagrupamientos para asegurar que todos estuvieran presentes. Algunos tomaron rutas más arriesgadas mientras otros disfrutaban de vistas espectaculares y un tramo zigzagueante. La jornada incluyó paradas para fotos y momentos de descanso, culminando con una celebración y agradecimientos al organizador por su dedicación y esfuerzo.
Crónica de “La niña bonita y los 14 (mágicos) más”
La ruta empezó mucho antes, y no me refiero a la hora de estar dando pedales, desde que el chef con estrella Michelin encendió los fogones cocinando el menú ya comenzó a caldear sanamente el ambiente
Había ganas, los arcenes de Patones de abajo se empezaron a llenar de vehículos de los que salían ebikes que daban colorido y ambiente deportivo al tranquilo domingo primero de septiembre.
Los más cafeteros no tuvieron inconveniente en cambiar Manolo por Rafael, el caso era cumplir con el ritual y tomar una «diócesis» (que diría mi padre) del estimulante desayuno exprés
Con algunas nuevas incorporaciones y las condiciones más favorables habidas, iniciamos ruta p’arriba. Había que marcar ritmo, que entre unas cosas y otras, el hefe CC se encargó de anunciar los 10 minutos de retraso en la salida.
El nutrido grupo dibujaba una bonita serpiente en este ascenso a nuestro «Cuitu negro», éramos la contraprogramación a la ronda española en su etapa reina, además la 15ª (léase -como ordinal que es- decimoquinta nunca quinceava que me explotan los oídos)
Culminado el ascenso y con todos los efectivos intactos, al menos a estas alturas eso había que aparentar, en cuanto dejamos de pisar asfalto comenzó… lo bueno: los primeros metros sobre el verdadero terreno que nos correspondía recorrer; nos empezaba a sobrar todo incluso la bicicleta y sin más alternativa hubo que poner pie en piedra y subir escalones que la naturaleza nos puso en el camino.
De nuevo tocaba dar pedales y había que estar pendiente de los surcos y zarzas, este tramo pedía llevar manga larga para protegerse y no andarse por las ramas; y es que el factor 50 de la Nivea que, por cierto se fabrica en mi pueblo, no fue suficiente para evitar las marcas de los arañazos que en mis brazos dejaron.
Con tanta concentración y lo estirado del pelotón, nuevo reagrupamiento para numerarse. No parece que hubiese mucha mili así que nuestro comandante en “suelo” – parece que no había tenido suficiente con todos sus desvelos preparando los track’s y hacer variantes pensando en todos los perfiles habidos y por haber-, así que “representando la máxima autoridad a bordo y siendo sobre quien recae la responsabilidad de todas las decisiones que se toman para que la operación se realice de forma segura”, dedo índice en mano: “1, 2, 3, 4,… 15 estamos todos”, anunció.
Yo tenía que asegurarme el premio de la montaña así que metí hierro para puntuar en el ascenso, sabedor que luego vienen las bajadas y me pasan por izquierda, por derecha y, alguno, casi por encima. Llegué a la cima con el tiempo justo para dar cuenta de mi manzana, antes que llegase el nutrido pelotón. Nuevo reagrupamiento: “1, 2, 3… y 15“
Llegó el momento de hacer uso de la “variante uno”: por un lado las huestes de Pedro V(aliente) a dejarse caer trialera abajo y, la mayoría simple -mitad más uno- por el recorrido más prudente disfrutando de preciosas vistas y un divertido zigzagueante tramo hasta llegar al punto de encuentro en la presa de la parra.
No sé si por el aburrimiento de esperar o porqué, alguno se quiso subir o, más bien tirar, a la parra (de la presa), lanzando al unísono el último grito (llámese Orbea) a las aguas del Lozoya, maniobra que dejó marca en el jinete que no en el corcel. También el intrépido Pedro V en su encarnizada batalla con caballero Track I resultó touché en su rostro sin mayores consecuencias.
La ruta bien merecía unas cárcavas, y no cualquiera, así que era preciso hacer “parada y foto” en las genuinas del Pontón de la Oliva, para algunos desconocidas y de las que quedaron convenientemente retratados.
Mientras disfrutábamos del valle de la muerte era momento de soltar dron, parece que de nuevo adiestrado, para desde lo más alto dejar constancia de tamaña gesta.
No hizo falta hacer uso hacer uso de la variante II y se procuró de remedios caseros contra vértigo, mareo, y otros males pasajeros. Nuestro comandante, con sus generosas habilidades, administró personalmente a los afectados evitando así cualquier síntoma no deseado.
No podíamos terminar esta crónica sin referirnos a nuestra niña bonita, de ésta o tantas rutas, y si puso levemente pie en tierra sería porque así le vino en gana.
Últimos kilómetros de asfalto limpiador de berbellona arcilla que terminó como había empezado: visita a Rafael para celebrar el recorrido y, más importante, insistir en el agradecimiento a nuestro comandante por preparar con esmero y desvelos tamaña ruta.
Lo dicho, muchas gracias, en especial al comandante y a la niña bonita
Participantes
1. ANTONIO |
4. GONZALO |
7. PEDRO |
10. JAVIER |
13. ALFONSO |
2. CARLOS |
5. MIGUEL A |
8. DAVID |
11. MARISA |
14. FRAN |
3. PEDRO V |
6. JUAN L |
9. ADOLFO |
12. MARIANO |
15. CARLOS LEICA |